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jueves, 12 de febrero de 2009

Niños - Cómo Ayudarles Y Darles Esperanza Para El Futuro

Niños:

Cómo Ayudarles Y Darles Esperanza Para El Futuro

Cómo vivir con los niños
Cómo trabajar con la buena voluntad del niño
El permitir que los niños trabajen


La manera de criar a un niño sano y feliz es algo que no se les ha enseñado a la mayoría de los padres. De hecho, muchos de ellos van simplemente dando traspiés a través de todo el proceso, aunque siempre con la mejor de las intenciones. Como consecuencia de ello, se da con frecuencia el hecho de encontrar situaciones poco felices en las familias, con roces constantes entre padres e hijos.
. En este capítulo, usted leerá acerca de algunos de estos métodos y descubrirá cómo criar a un niño sin quebrantar su espíritu; cómo hacer para que un niño esté dispuesto a contribuir a la familia y cómo ayudar a un niño a recuperarse rápidamente de los trastornos y tribulaciones diarias de la vida.
Criar niños debería ser un gozo. Y puede serlo. De hecho, puede ser una de las experiencias humanas más gratificantes...
...


COMO VIVIR CON LOS NIÑOS


El problema principal con los niños es cómo vivir con ellos. En la crianza de los niños, el adulto es el problema, no el niño. Un adulto estable y bondadoso, con amor y tolerancia en su corazón, es casi con toda seguridad la mejor terapia que pueda tener un niño.
La mayor consideración en la crianza de los niños es el problema de entrenarlos sin domarlos. Usted quiere criar a su hijo de tal manera que no tenga que controlarlo, de tal forma que él o ella esté, en todo momento, en completo control de sí mismo. De ello depende su buen comportamiento, su salud y su cordura.
Los niños no son perros. No se les puede amaestrar como a los perros. No son objetos de control. Son, y no pasemos este punto por alto, hombres y mujeres. Un niño no es otra especie diferente de animal distinto del hombre. Un niño es un hombre o una mujer que no ha alcanzado su crecimiento completo.
Cualquier ley que se aplique al comportamiento de los hombres y las mujeres se aplica a los niños.
¿Le gustaría que tiraran de usted, que le arrastraran y que le ordenaran de aquí para allá y le impidieran hacer lo que usted quisiera? Usted se sentiría resentido. La única razón por la que un niño "no" se ofende es porque es pequeño. Usted casi mataría a alguien que le tratase a usted, un adulto, con las órdenes, contradicciones y falta de respeto que se dan al niño promedio. El niño no contraataca porque no es lo suficientemente grande. En su lugar, le llena el suelo de barro, le interrumpe la siesta, destruye la paz del hogar. Si se encontrara en un plano de igualdad con usted en lo concerniente a sus derechos no pediría esta "venganza". Esta "venganza" es el comportamiento infantil estándar.
El autodeterminismo es ese estado del ser en el que un individuo puede o no puede ser controlado por su entorno según su elección. En ese estado, el individuo se siente seguro de sí mismo en cuanto a su control del universo material y de las demás personas.
Un niño tiene derecho a su autodeterminismo. Puede argumentarse que si no se le frena cuando va a tirarse cosas encima, sale corriendo a la calle, etc., se hará daño. ¿Qué hace usted, como adulto, permitiendo que ese niño viva en habitaciones o en un entorno donde se pueda hacer daño? Si rompe cosas, la culpa es de usted no de él.
Sólo se preserva la dulzura y el amor de un niño si él puede ejercer su propio autodeterminismo. Usted interrumpe eso y hasta cierto grado está interrumpiendo su vida.
Existen sólo dos razones por las que el derecho de decidir de un niño tiene que interrumpirse: la fragilidad y el peligro de su entorno, y usted mismo. Ya que usted le hace a él las cosas que le hicieron a usted, sin importar lo que usted piense al respecto.
Usted puede tomar dos caminos. Darle vía libre al niño en un entorno en el que no pueda destrozar nada importante y en el que no pueda resultar lastimado y que, a la vez, no restrinja en gran medida su propio espacio y tiempo. Y a través de los servicios de dianética, librarse usted de sus propias aberraciones (desviaciones de una conducta o pensamiento racionales) hasta el punto en que su tolerancia iguale o sobrepase la carencia de educación del niño para poder agradarle a usted.
Cuando le dé algo a un niño, le pertenece a él. Ya no es suyo. Ropa, juguetes, dinero, lo que se le ha dado debe permanecer bajo su control exclusivo. Así que se rasga su camiseta, deshace su cama o rompe su camión de bomberos. No es de su incumbencia. ¿Le gustaría a usted que alguien le diera un regalo de Navidad y le indicara, día tras día a partir de entonces, lo que tuviera que hacer con él e incluso le castigara si no lo cuidara de la forma en que la persona que le dio el regalo pensara que debiera hacerlo? Usted despedazaría a esa persona y destrozaría el regalo. Sabe que lo haría. El niño le destroza los nervios cuando usted le hace algo similar. Eso es venganza. Llora, le fastidia, le rompe sus cosas. "Accidentalmente" derrama su leche e intencionalmente destroza el regalo sobre el que tan a menudo se le ha amonestado. ¿Por qué? Porque está luchando por su autodeterminismo, su propio derecho a tener algo de su propiedad y por hacer que se sienta su peso en el entorno. Esta "posesión" es otro canal por el que se le controla. Por lo tanto él tiene que luchar contra la posesión y contra el controlador.
No hay duda alguna de que hay gente que fue tan deficientemente educada que piensa que el control es el non plus ultra (el punto más elevado) en la crianza de los niños. Si quiere controlar a su niño, sólo tiene que domarle hasta que caiga en un estado de apatía total y se volverá tan obediente como cualquier tonto hipnotizado. Si quiere saber cómo controlarlo, consígase un libro sobre cómo amaestrar perros, llame al niño Fido y enséñele primero a "traer" y luego a "sentarse" y después a ladrar para pedir su comida. Así puede amaestrar a un niño. Seguro que usted puede. Pero, será su mala suerte si él se convierte en un ser sanguinario.
Por supuesto que será bastante duro. Usted está tratando con un ser humano. Será duro porque el hombre se convirtió en el rey de las bestias por el mero hecho de que nadie le pudo dar una paliza, como especie. El ser humano no cae fácilmente en una apatía obediente como hacen los perros. Los hombres son los propietarios de los perros porque los hombres son autodeterminados y los perros no lo son.
La razón por la cual la gente empezó a confundir a los niños con los perros y comenzó a disciplinarlos por medio de la fuerza se encuentra en el campo de la psicología. El psicólogo trabajaba sobre "principios" como estos:


"El hombre es malo".
"Se debe amaestrar al hombre para que sea un animal social".
"El hombre debe adaptarse a su entorno".


Como estos postulados no son ciertos, la psicología no funciona. Y si usted alguna vez ha visto un desastre de niño, ese es el hijo de un psicólogo profesional. Si prestamos atención al mundo que nos rodea en lugar de a los textos que alguien ideó después de haber leído los textos de alguien más, veremos la falacia de estos postulados.
La realidad es bastante contraria a estas creencias.
La verdad se encuentra en esta dirección:


El hombre es básicamente bueno.
Sólo mediante una severa aberración se puede hacer malo al hombre. El amaestramiento severo lo fuerza a la no-sociabilidad.


El hombre, si quiere permanecer cuerdo, debe retener su capacidad personal de adaptar su entorno a él mismo.
El grado de cordura y seguridad de un hombre es proporcional a su grado de autodeterminismo.
Cuando críe a su niño, debe de evitar "amaestrarlo" para convertirlo en un animal social. Desde un principio el niño comienza por ser más sociable y más digno de lo que usted es. Y en un tiempo relativamente corto, el trato que recibe le reprime tanto que se rebela. Esta rebelión puede intensificarse hasta tal punto que sea un verdadero horror tenerlo alrededor. Ser ruidoso, inconsciente, descuidado con sus pertenencias, poco limpio, en resumen, cualquier cosa que le moleste a usted. Amaéstrelo, contrólelo y perderá su amor. Habrá perdido al niño para siempre si lo que busca es controlarlo y tenerlo en propiedad.
Permita que el niño se siente en su regazo. Se sentará ahí muy contento. A continuación abrácele obligándole a que se siente ahí. Hágalo aunque el niño ni siquiera esté intentando marcharse. Al instante se retorcerá. Luchará por alejarse de usted. Se enfadará, llorará. Recuerde, estaba feliz antes de que usted intentara sujetarle.
Sus esfuerzos por moldear, disciplinar o controlar al niño, le harán reaccionar, en general, de la forma en que lo hace cuando intenta sujetarle en su regazo.
No hay duda de que tendrá dificultades, si su niño ya ha sido controlado, disciplinado, se le han dado órdenes y se le han negado sus pertenencias. A mitad de camino, usted cambia de táctica e intenta darle su libertad. Sospechará tanto de usted que el niño lo pasará fatal intentando ajustarse. El período de transición será terrible. Pero valdrá la pena ya que al final usted tendrá un niño bien disciplinado, bien educado, social, que le tomará en cuenta a usted y, lo que es más importante, un niño que le querrá.
Al niño al que se le ha restringido, conducido como un borrego, manipulado o controlado, se le crea una gran ansiedad. Sus padres son entidades de supervivencia. Representan comida, ropa, cobijo y afecto. Esto significa que quiere estar cerca de ellos. Naturalmente quiere amarlos ya que él es su hijo.
Pero por otro lado sus padres son entidades anti-supervivencia. Su vida y todo su ser dependen del ejercicio de sus derechos para poder tomar sus propias decisiones respecto a sus movimientos, sus posesiones y su cuerpo. Los padres tratan de parar este proceso, debido a la idea errónea de que el niño es un idiota que no aprenderá a menos que sea "controlado". Así que él tiene que evitar, luchar contra, molestar y hostigar al enemigo.

Un niño requiere del apoyo de sus padres en muchos aspectos de su supervivencia, pero si ellos también interrumpen severamente sus decisiones sobre la vida, se enfrenta a un gran problema que le causa mucha preocupación.
En esto consiste la ansiedad: "Los quiero mucho. También los necesito. Pero significan la interrupción de mis capacidades, de mi mente, de mi vida potencial. ¿Qué voy a hacer con mis padres? No puedo vivir con ellos. No puedo vivir sin ellos. ¡Dios mío! ¡Dios mío!" Se queda sentado dándole vueltas a este problema. Ese problema, esa ansiedad, se quedarán con él hasta los dieciocho años más o menos: y medio arruinará su vida.
La libertad para el niño significa la libertad para usted. El abandonar las pertenencias del niño a su destino significa la seguridad final de las pertenencias del niño.
¡Qué terrible fuerza de voluntad se requiere de un padre para no estar dando constantemente a un niño torrentes de instrucciones! ¡Qué agonía observar cómo arruina sus pertenencias! ¡Qué gran molestia negarse a ordenar su tiempo y su espacio!
Pero todo esto tiene que hacerse si quiere que el niño se encuentre bien, sea feliz, cuidadoso, bello e inteligente.

El derecho de un niño a contribuir


Usted no tiene derecho a negar a su niño el derecho a contribuir.
Un ser humano sólo se siente competente y capaz mientras se le permita contribuir tanto o más que lo que se le ha contribuido a él.
Un hombre puede contribuir en exceso y sentirse seguro en un entorno. Empieza a sentirse inseguro en el momento en que su contribución es insuficiente, lo que quiere decir que da menos de lo que recibe. Si no lo cree, acuérdese de una ocasión en la que todo el mundo trajo algo para la fiesta y usted no. ¿Cómo se sintió?
Un ser humano desconfiará y se rebelará contra cualquier fuente que contribuya a él más de lo que él contribuya a esta.
Los padres, por supuesto, contribuyen más a un niño de lo que el niño contribuye a ellos. Tan pronto como el niño se dé cuenta de ello, se entristece. Busca aumentar su nivel de contribución y si no lo logra, se enfada contra la fuente de la contribución. Empieza a detestar a sus padres. Estos intentan contrarrestar esta rebelión dándole más. El niño se rebela más. Esta es una espiral descendente mala, porque al final el niño caerá en la apatía.
Debe dejar que el niño contribuya. No le puede ordenar que contribuya. No puede ordenarle que corte el césped y luego pensar que eso es una contribución. Él tiene que idear su contribución y luego darla. Si no la ha seleccionado, no es suya, eso es sólo otra forma más de control.
Un bebé contribuye intentando hacerle sonreír. El bebé se lucirá. Cuando sea algo mayor bailará para usted, le traerá palitos o intentará repetir los movimientos que usted hace al trabajar para ayudarle. Si no acepta esas sonrisas, esos bailes, esos palitos, esos movimientos de trabajo con el espíritu con el que son dados, habrá empezado a interrumpir la contribución del niño. A partir de entonces, empezará a ponerse ansioso. Hará cosas imprudentes y extrañas a sus pertenencias (las de usted), en un esfuerzo por "mejorarlas" para usted. Usted le reñirá. Eso acabará por arruinarle.
Algo más entra en acción aquí. Y esto es la información. ¿Cómo puede un niño saber cómo contribuir con usted, o con su familia y su hogar, si no tiene ni idea de los principios operativos por los cuales se rige esta familia?
Una familia es un grupo con el objetivo común de la supervivencia y el progreso del grupo. Al niño al que no se le permite contribuir con nada o que no logra comprender los objetivos o los principios de trabajo de la vida familiar se le aleja de la familia. Se le muestra que no es parte de la familia porque no puede contribuir. Por lo tanto se convierte en un ser anti-familia y ese es el primer paso en el camino hacia un ser antisocial. El niño derrama la leche, molesta a sus invitados y grita por su ventana "jugando". Llegará incluso a enfermarse sólo para hacerle trabajar. Se le muestra que él no es nada, mostrándole que no es lo suficientemente poderoso para contribuir.
Usted no puede hacer otra cosa más que aceptar las sonrisas, los bailes y los palitos de los pequeños. Pero tan pronto como un niño pueda comprender, debería proporcionársele un relato completo de la forma en que funciona la familia.
¿Cuál es el origen de su paga? ¿Cómo es que hay comida? ¿Ropa? ¿Una casa limpia? ¿Un automóvil?
Papá trabaja. Consume horas e ingenio y músculos, y a cambio recibe dinero. El dinero, al pagarlo en la tienda, compra la comida. Hay que cuidar del automóvil porque no sobra el dinero. Una casa tranquila y cuidar de papá significa que papá trabaja mejor y eso quiere decir comida, ropa y automóviles.
La educación es necesaria porque uno gana más después de que ha aprendido.
El juego es necesario para darle una razón al trabajo duro.
Proporciónele el cuadro completo. Si ha estado rebelándose, puede que siga rebelándose. Sin embargo, tarde o temprano se avendrá a razones.
Lo que un niño necesita en primer lugar es seguridad. Parte de esa seguridad es la comprensión. Y parte de ella es un código de conducta que sea invariable. Lo que hoy va contra la ley no puede ignorarse mañana.
Usted puede manejar a un niño físicamente para defender sus derechos (los de usted), en tanto que él pueda poseer lo que posee y pueda contribuir y trabajar para usted.
Los adultos tienen derechos. Él debe saber esto. Un niño tiene como objetivo crecer. Si un adulto no tiene más derechos que él, ¿para qué crecer? ¿Quién demonios quiere ser un adulto hoy en día, de todas formas?
El niño tiene un deber hacia usted. Tiene que ser capaz de cuidarle; no como una ilusión de que lo está haciendo, sino de verdad. Y usted tiene que tener paciencia al permitirle que le cuide torpemente hasta que por pura experiencia, no por sus indicaciones, él aprenda cómo hacerlo bien. ¿Cuidar al niño? ¡Tonterías! Probablemente él tiene una mejor comprensión de las situaciones inmediatas de la que usted tiene, pobre adulto abatido. Sólo cuando un niño está casi psicótico por la aberración puede estar propenso a tener accidentes.
Usted se encuentra bien y disfruta de la vida porque no es propiedad de nadie. Usted no podría disfrutar de la vida si se le condujera de un lugar a otro como a una oveja y se le poseyera. Se rebelaría. Si su rebelión fuera reprimida, usted se volvería un subversivo. En eso es en lo que convierte a su niño cuando lo posee, lo maneja y lo controla.
Como padre, debería saber que potencialmente el niño es más cuerdo que usted y el mundo es mucho más brillante para él. Su sentido de los valores y de la realidad están más agudizados. No haga que se emboten. De esta forma su niño será un ser humano selecto, esforzado, un ser humano con éxito. Si usted se convierte en su amo, le controla, maneja y rechaza, conseguirá el tratamiento que merece, o sea, la rebelión subversiva.
...

COMO TRABAJAR CON LA BUENA VOLUNTAD DEL NIÑO


¿Cómo se puede entonces, sin usar la fuerza, conseguir que el niño haga cosas?
Si se toma a un individuo y se le hace que toque un instrumento musical (tal como hacen los padres y las escuelas), su capacidad para tocar ese instrumento no mejorará. Tendríamos primero que consultar con él cuáles son sus ambiciones. Tarde o temprano tendría que estar, por lo menos, de acuerdo con el hecho de que tocar un instrumento es una cosa buena.
Tomemos, como ejemplo, a un "niño malo". No hay forma de que asista a la escuela y hay que enviarlo a una escuela militar. Van a forzarlo para cambiarlo. De vez en cuando se envía a este "niño malo" a una escuela que piensa que simplemente la mejor manera de manejar estos casos es encontrar algo en lo que él esté interesado y dejar que lo haga. Una escuela como esta existió una vez en California y produjo genios de forma habitual. Prácticamente la lista de científicos de la Segunda Guerra Mundial desfiló por esa escuela en particular. Suponen que debió haber sido el ejemplo del profesor, su entereza al no fumar puros o algo por el estilo.
Lo que en realidad ocurrió fue esto: tomaron a un muchacho con el que nadie había conseguido ningún resultado y le dijeron: "¿No hay nada que te guste hacer? El chico dijo: "No", y ellos entonces contestaron: "Bueno, pues entonces tontea por el laboratorio o por los jardines o por donde sea y algún día te decidirás". Finalmente el muchacho reflexionó sobre todo esto y decidió que quería ser químico. Nadie le dijo nunca que tenía que asistir a clase, ni que tenía que abrir tal o cual libro, y tampoco nadie se quejó demasiado cuando algo explotó en el laboratorio y al poco tiempo se supo que el muchacho era un químico excelente. Nadie obstaculizó su deseo de ser químico. Existía entonces, y a partir de ese momento él mismo no obstaculizó su buena voluntad por ser químico. Educacionalmente, este es un punto muy interesante.

Tener en cuenta la buena voluntad


La gente le permitirá que le quite cosas si lo hace con gracia y no interfiere demasiado con su buena voluntad. La manera de hacer que un niño se convierta en avaricioso o egoísta es hacer que dé, contra su voluntad, cosas a los demás. Tarde o temprano esto le conducirá a la categoría de "sólo yo" y sentirá que él es la única persona realmente importante. Comúnmente, los padres nunca tienen en cuenta la buena voluntad del niño. Lo que tienen en cuenta es su "havingness", su capacidad de poseer o de tener en propiedad, (del inglés having, tener y - ness, estado), entonces le resuelven ese havingness y como resultado obtienen a un niño mimado.
Es interesante observar a un niño que ha estado al lado de alguien que siempre lo consultaba, aunque no lo cuidaba adecuadamente; en contraposición con el niño que obtuvo el mejor cuidado, pero que nunca fue consultado.
Un niño pequeño está sentado en el suelo jugando con bloques y pelotas y lo está pasando bien. Aparece la niñera, lo levanta y se lo lleva a la otra habitación y le cambia los pañales: el niño llora sin parar como si lo mataran. No le gusta. Si ella continúa haciéndole esto, colocándolo por aquí y por allá, sin tomar nunca en cuenta su poder de elección, tarde o temprano crecerá obsesionado con el poder de elección. Una persona así querrá siempre salirse con la suya. Y se vuelve muy pedante, imponiendo su propia corrección. Está intentando aferrarse a los últimos peldaños del poder de elección que le quedan y su capacidad será, de forma correspondiente, deficiente, particularmente en el manejo de las personas.
Ahora veamos un caso bastante diferente. Usted sabe que el niño está hambriento, y sabe que debería comer. El niño comerá si se le mantiene en alguna clase de rutina. Si rutinariamente la cena se sirve a las seis, se acostumbrará a comer a las seis, y su buena voluntad nunca será aplastada por completo. Él se da cuenta que la comida está ahí a las seis, por lo que decide comer a las seis. Usted proporciona la comida y él su consentimiento. Si usted no invalida este plan, él nunca tendrá problemas con la comida.
En otra ocasión vendrá alguien, le hablará y le dirá: "¿No te gustaría ir a la otra habitación y cambiarte de ropa?" y la repuesta es "No". Usted cometería un terrible error si desde ese momento procede sobre la base de "bueno, pues te daré, un caramelito", persuadiéndole, seduciéndole o induciéndole de cualquier otra forma. Eso es psicología, la manera en la que los psicólogos manejan las situaciones y en realidad no funciona.
Debe elegir uno de estos dos caminos. O usa un control excelente con mucha comunicación o simplemente le deja crecer. No hay otra elección. A los niños no les gusta que se les maltrate, ni que se les arrastre de un lado a otro y que no se les consulte. Usted puede hablarle a un niño y si su grado de afecto, acuerdo y comunicación con él o ella es bueno, puede hacer que haga toda clase de cosas. Tocará el suelo, su cabeza, le señalará y encontrará la mesa. Tonteará un rato y después usted puede decirle simplemente que haga esto y lo otro y "Vamos a comer" y lo hará. Ha averiguado que sus órdenes no van a derribar necesariamente la totalidad de su consentimiento. Por lo tanto sus órdenes no son peligrosas. Usted le ha confrontado y él puede confrontarle. Por lo tanto usted y él pueden hacer algo en común.
A veces un niño dice: "Quiero quedarme contigo hasta tarde" e insiste en hacerlo, ejerciendo así su poder de elección. Dejar simplemente que los niños hagan lo que estén haciendo sin interferir, sin ejercer ningún control sobre ellos, eso sería psicología. De esta forma nunca entrarán en comunicación con nadie; no crecerán ni conseguirán experiencia alguna de la vida puesto que no cambiaron su havingness. No tuvieron que cambiar de opinión, ni trabajar, ni ejercitarse ni hacer nada. Sin embargo, responden rápidamente a un buen control y una buena comunicación; pero se requiere en verdad buena comunicación para contrarrestar esto, no persuasión, sino comunicación.
Las personas piensan que la persuasión funciona con los niños. No es así. El truco es la comunicación. Usted le dice: "Bueno, ahora es hora de irte a la cama" y el contestará: "¡No!". No insista, deje el tema y háblele sobre cualquier otra cosa: "¿Qué has hecho hoy?" "¿Dónde?" "¿Cómo?" "¿Ah, sí?" "¿De verdad?" "Bueno, ¿que tal si vamos a la cama?", la respuesta será: "De acuerdo".
No es necesario usar la fuerza. Entre en comunicación con el niño y el control seguirá a esto de forma inevitable. Pero si omite este control desde el principio cuando esté criando a un niño, él que le ve a usted como una fuente de dirección y control, se sentirá estafado. Creerá que usted no se preocupa por él.
Tal como se procedía en el caso de los instrumentos musicales, de aprender idiomas, artes u otras destrezas, consulte la buena voluntad del niño.



EL PERMITIR QUE TRABAJEN LOS NIÑOS


La dificultad básica de toda la delincuencia juvenil es el antiguo programa aparentemente muy humano, de prohibir que los niños realicen cualquier tipo de trabajo.
Sin duda alguna, fue un hecho, que en cierto período se abusó del trabajo infantil; que se les exigió trabajar excesivamente de forma que se perjudicó su crecimiento y que en general fueron explotados. Es muy improbable que el infame Sr. Marx hubiera visto jamás en América, sacar a jóvenes muchachos muertos a causa del trabajo en las máquinas, para ser arrojados al montón de los desperdicios.
Donde existían abusos de este tipo, hubo protestas ruidosas del público en contra de ellos y se promulgó una ley para evitar que los niños trabajaran. Esta ley, hecha con la mejor intención del mundo, es, sin embargo, directamente responsable de la delincuencia juvenil.
El prohibir trabajar a los niños y en particular a los adolescentes, para que se abran camino en el mundo o que ganen su propio dinero; crea una dificultad familiar de tal calibre, que hace casi imposible mantener a una familia y además, particularmente crea un estado mental en el que el adolescente percibe que el mundo no le quiere y que ya ha perdido su juego aún antes de haberlo empezado. Luego cuando se encuentra con algo como el servicio militar mirándole fijamente a la cara para que no se atreva a comenzar una carrera, se le empuja, consecuentemente, hacia una subapatía profunda (estado de interés más bajo que la apatía) sobre el tema del trabajo, y cuando él a la larga se enfrente con la necesidad de abrirse su propio camino en el mundo, sube hasta apatía y no hace nada en absoluto sobre ello.
Esto se confirma por el hecho de que nuestros más grandes ciudadanos trabajaron normalmente desde bastante jóvenes. En la civilización angloamericana, el más alto nivel de empeño personal lo conseguían aquellos muchachos que, desde la edad de doce años, tenían en las granjas sus propias responsabilidades y tenían, por lo tanto, un lugar definido en el mundo.
Los niños, en su mayor parte, están bastante dispuestos a trabajar. A un niño de dos, tres o cuatro años se le encuentra ordinariamente persiguiendo a su padre o a su madre intentando ayudar, ya sea con herramientas o con trapos para limpiar el polvo; el padre amable, al que realmente le gustan los niños, responde de la manera razonable y normal de antaño, al ser lo suficientemente paciente como para dejar que el niño colabore de verdad. Un niño al que se le permite hacer esto, desarrolla, a continuación, la idea de que su presencia y su actividad son deseadas y así con mucha tranquilidad inicia una carrera de logros.
El niño al que se le ha forzado o empujado para que haga alguna carrera, pero al que no se le permitió colaborar en sus primeros años estará convencido de que no se le necesita, de que el mundo no tiene un lugar para él. Y después se enfrentará con dificultades muy particulares respecto al trabajo. Sin embargo, en esta sociedad moderna, al niño que a los tres o cuatro años quiere trabajar se le desanima y de hecho se le impide que trabaje y una vez que se le ha mantenido ocioso hasta los siete, ocho o nueve años, de repente se le carga con ciertas tareas.
Ahora bien, este niño ya está educado en el hecho de que no debe trabajar y, por lo tanto, la idea de trabajar está en una esfera a la que él ya "sabe que no pertenece", y como consecuencia siempre se sentirá incómodo al desarrollar distintas actividades.
Al llegar luego a la adolescencia, se le impide activamente que consiga la clase de trabajo que le permitiría comprar su ropa y pagar los regalos para sus amigos que él siente que se le exigen. De esta forma él empieza a sentir que no es parte de la sociedad. Al no ser parte de la sociedad, está entonces en contra de la sociedad y no desea más que actividades destructivas.


El doctor Elías dice que hoy resulta una verdad incuestionable que las características emocionales de un adulto dependen en gran medida de lo que le haya sucedido en sus primeros años de vida. Y es cierto, así lo confirman gran cantidad de investigaciones en áreas como la psicología evolutiva, la observación psicoanalítica de bebés, e incluso las neurociencias.
Los seres humanos nacen con una predisposición genética, pero esta es modificada por las experiencias de vida. Fíjense que ya durante el embarazo se inicia el aprendizaje. Los bebés no sólo reconocen determinadas voces como la de los padres sino que después de nacer muestran una clara preferencia por la música que percibieron mientras estaban en el útero.
A pesar de que el recién nacido regula espontáneamente su respiración, sus latidos cardiacos o su temperatura, está indefenso frente a sus emociones. Necesita de su madre o de quien lo cuide, no sólo para que lo calmen sino también para que comprendan lo que siente. Eso le permitirá en el futuro aprender a reconocer sus propios sentimientos y necesidades. Esa particular indefensión original lo obliga para sobrevivir a estar en contacto con otro adulto desde el comienzo mismo de su vida. Ese adulto que necesariamente forma parte de una comunidad va a acercar al bebe elementos propios de esa cultura de modo tal que lo hereditario se interrelaciona desde el primer momento con lo cultural. Esta interacción se convertirá en un elemento decisivo para la personalidad futura del niño.
A partir de la infancia intentará conjugar los conflictos que se le plantean entre sus deseos personales y los valores sociales aceptables.
Un bebé necesita experimentar algo pocas veces para inaugurar un registro mental y cerebral que volverá a emerger en el futuro ante circunstancias similares. El decodificador va tomando esas huellas de experiencia. Así se van formando en el decodificador esquemas y modelos operativos que se construyen en parte por la experiencia real y en gran medida por la interpretación que de ellos se haga. Los padres tienen su propio estilo emocional. Algunos por ejemplo censuran la tristeza pero permiten el enojo; otros valoran el esfuerzo pero no la queja... más adelante estos registros del niño servirán de base para su relación emocional con el mundo.
La mente humana puede generar métodos drásticos para evitar las emociones conflictivas. Por ejemplo no poder reconocer ante sí o ante terceros que se está triste, celoso o enojado... Esta represión y negación a veces está fomentada también por la cultura que con frecuencia por ejemplo valora una masculinidad poco sensible, idealizando al individuo duro que se mantiene alejado de sus emociones. En cuántas sociedades hemos visto eso, ¿no? El cuerpo sin embargo registra inexorablemente lo que se intenta evitar sentir aumentando su ritmo cardiaco, incrementando los niveles de adrenalina y de presión arterial, etc., por lo cual las emociones terminan resonando finalmente en distintos órganos. Ni hablar de nuestro campo áurico que se reduce notoriamente.
Diversas investigaciones subrayan la importancia de regular de manera adecuada la propia vida emocional, cuyo origen se encuentra en la temprana infancia, se consolida en la niñez y luego se cristaliza en la adultez de manera automática e inconsciente. Quienes tuvieron un aprendizaje emocional inadecuado deben saber que pueden modificarlo a través de psicointegración, que es un valioso recurso que les permitirá entender sus pautas de funcionamiento y reemplazarlas por otras pautas nuevas y mucho más saludables.

Hasta todo momento. Les habló Jorge Olguín.


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